viernes, 19 de septiembre de 2014

Posicionamiento del diputado Jorge Gaviño Ambriz Sesión Solemne del 19 de septiembre de 1985

México D. F. a 19 de septiembre de 2014.   En apenas cuatro o cinco horas, se conforma una “sociedad de los escombros” que, angustiada y generosa, no se somete a las dilaciones burocráticas, guiada en su invención fulgurante de técnicas por la obsesión de hurtarle vidas a la catástrofe. Los contingentes desesperados se vuelven un asomo (vigorosísimo) de sociedad civil al descubrirse las potencialidades de las masas (el orden de la ciudad garantizado y más de 1 500 vidas salvadas). Cada persona que se extrae de los túneles y los hoyos es epopeya compartida unánimemente. Nunca en la capital han sucedido fenómenos tan dramáticos ni respuestas tan emocionadas. Carlos Monsiváis.

El día de hoy recordamos a 29 de años de sucedidos, los dramáticos momentos del 19 de septiembre de 1985. A las 7 con 19 minutos de esa mañana un macro-sismo de magnitud 8.1 en la escala de Richter sacudió no sólo los cimientos y los edificios de la ciudad de México, sino también las conciencias y las estructuras sociales y políticas del país.

La catástrofe natural cobró miles de vidas, quizá nunca conoceremos la cifra exacta, ya que de 2,000 que se reconocieron por las cifras oficiales, se va hasta a más de 20,000 que se manejan en otras fuentes, además de 40,000 heridos. Ante la inercia gubernamental, que no salía de su asombro y pasmo, surgió una ola de solidaridad que cubrió todas las plazas y avenidas de la ciudad e inundó con su movilización los espacios públicos, arrebatándole la iniciativa a la autoridad. Miles de jóvenes, de ciudadanos, de mujeres y de hombres salieron a remover los escombros en busca de la vida y la esperanza.

Aún no se recobraba la ciudad de ese golpe, cuando el 20 de septiembre a las 19:38 horas se produce un segundo sismo, este de intensidad 7.3 en la escala Richter. Si el primero destruyó edificaciones, el segundo demolió la moral de la ciudad, las personas salieron de sus casas, de sus negocios, y de las oficinas aterrorizadas, se alzaban plegarias al cielo y se preguntaban hasta cuándo terminaría ese castigo de la naturaleza. Pero no obstante la adversidad, el ánimo se repuso y se continuó desatando el caudal de la solidaridad y de la movilización ciudadana para rescatar vidas y dignidad.

El 27 de septiembre de ese año, apenas una semana después de la catástrofe, 30,000 personas desfilaron hacia los Pinos, en silencio, con cascos y tapabocas, símbolos de los esfuerzos rescatistas, demandan la expropiación de los predios dañados, y que se otorguen créditos accesibles para reconstruir las miles de viviendas dañadas o destruidas por los sismos.

Un informe provisional fechado el 2 de octubre de 1985, da cuenta de los daños a la infraestructura. 2,831 edificaciones habían sufrido daños, 880 habían quedado en ruinas, 370 eran habitables previas de reparaciones, y 1581 eran recuperables con reparaciones menores.

Los daños causados por los sismos ascendieron a   4, 000 millones de dólares, de los cuales 1,500 millones correspondieron al sector social (viviendas, salud, educación), 1,200 millones a edificios públicos, más de 300 millones en medios de comunicació0n, 200 millones  para el turismo, incluyendo hoteles, 400 millones para las pequeñas y medianas empresas y 220 millones en cuestiones relacionadas directamente en la atención de la crisis.
Pero lo más importante, vidas humanas

Un Decreto Expropiatorio el 11 de octubre de 1985, afectando a más de 5,000 predios.

Se constituye la Coordinadora Única de Damnificados, agrupando a cerca de 40 organizaciones vecinales.

El 14 de octubre de 1985, se emite el Decreto que creó el Programa Emergente de Renovación Habitacional en el Distrito Federal.

Se firmó el Convenio de Concertación Democrática para la Reconstrucción, con dirigentes de 52 organizaciones de damnificados.

Se estableció las condiciones para la construcción y reparación de las viviendas a través de más de 40,000 acciones en beneficio de cerca de 250 mil personas.

Se instalaron 131 albergues y 72 campamentos, con módulos de 18 metros cuadrados.
En el Programa Emergente se definieron más de 44 mil acciones, que comprendieron la construcción o reconstrucción de más de 28 mil viviendas, 11 mil rehabilitaciones y alrededor de 4,500 reparaciones menores.
Nunca se había hecho tanto en tan poco…
Los Programas resultaron insuficientes para satisfacer las demandas y contener la presión social.

Se acordó el Programa Emergente de Vivienda Fase II.

Además de los cambios sociales y políticos de aquellas jornadas, entre las cuales, sin duda podemos contar a esta representación soberana, como expresión del vigoroso movimiento democrático surgido en aquellos años, también podemos señalar la cultura de la protección civil, el cambio de paradigma, se institucionalizó en todo el país, no sólo en normas sino en prácticas, que ya forman parte de nuestra vida cotidiana, así como una cultura de la prevención que va desde la creación del Fondo de Desastres Naturales, hasta los simulacros que ahora desarrollamos en nuestros trabajos, escuelas, negocios y oficinas.


Seguramente hoy estamos más preparados para enfrentar un sismo de esa magnitud.
A 29 años de aquellos duros y dramáticos días, seguramente cada quien tiene una anécdota, un recuerdo, un pasaje que mencionar; hasta aquellos que lamentaron la pérdida de su casa, su escuela, su lugar de trabajo o la muerte o desaparición de un familiar o un amigo. 29 años son ya muchos, pero no podemos olvidar, no debemos olvidar a la gran protagonista de esos días de dolor y luto, de amor y de esperanza y de sombras y de luces, y que fue la sociedad civil que emergió con la bandera de la solidaridad. A la que sacó de los escombros a los muertos y a los vivos, a la que levantó el puño en las manifestaciones, a la que gritó por sus derechos en las calles, a esta sociedad, a la que representamos y a la que el día de hoy honramos por aquellos días, porque no se rindió y porque no dejo morir a la ciudad de México patrimonio de nuestros antepasados y que ahora debemos preservar para nuestros hijos.


Termino con un pasaje de Juan Sabines:

Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
No podrán dormir,
No podrán dormir.
Yo digo, no podrán morir.

Muchas Gracias.

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